Gracias al apoyo de último minuto de mi adorada esposa, pude entrar al torneo del sábado, para el cual me he estado preparando desde hace varias semanas, mediante largas sesiones on-line hasta las 2 o 3 de la madrugada, repaso de líneas, jugadas y variante, lectura de libros electrónicos, etc. (Particularmente el de Negrenau "Power Play" y la serie de Dan Harrington sobre Texas Holdem)
El torneo estuvo bien organizado, en el Marriot Courtyard de San jerónimo (aún me pierdo en estas calles de Monterrey). Muchas mesas para jugar, en enfrentamientos heads-up. 5 rondas. Con premios de 4 mil, 2 mil y mil pesos a los tres primeros lugares.
Llegue debidamente pertrechado, dispuesto a dar una dura batalla sicologica a los contrarios: lentes oscuros, audifonos, mp3 player y mi música relajante/inspiracional favorita (Enya, Jon & Vangelis, Fletwood Mac).
Rankeado en el lugar 7, me tocó en la primera ronda un contrario, el menos en el papel, inferior. Me decidí por una estrategia no enteramente agresiva: no abrir de inmediato mi juego, colocarlo en posiciones de alto grado de dificultad técnica, dejar que sea él quien tome malas decisiones, y se equivoque en mi beneficio (que acaso no es eso lo que nos dicen los libros de estrategia?).
Con esto en mente, me acerqué a la mesa, saludé a mi contrario y realicé el primer movimiento:
1. d4
El contestó moviendo el caballo, 1...Cf6, y al rato nos enfrascamos en una de mis aperturas favoritas, la Catalana. Así, el torneo de ajedrez habia comenzado para mí al menos de buena manera.
(Continuará)
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